Metamorfosis De Fray José Rodrigo Arias
La fuerza vital, gran protagonista de esta historia, muestra su poder y es responsable de todos los cambios y transformaciones. De la misma forma en que la mariposa evoluciona, y se libera de todo aquello que le impide vivir a plenitud; transformándose en un nuevo ser libre, sano y feliz. Así fray José Rodrigo Arias, su fuerza vital, sus ganas de salir adelante, de luchar para que su condición de salud no frustre sus objetivos, debió pasar por un proceso que le permitió como una oruga, convertirse en mariposa, mediante la conocida metamorfosis.
En esta etapa, se describe cómo la oruga antes de formar la crisálida y salir de su capullo desarrolla los tejidos y las estructuras necesarias para volar, de la misma manera con este aprendizaje puede adoptar numerosas tonalidades corporales, propias de una personalidad enérgica para desplegar sus alas y demostrar que si se quiere, se puede. Así fray Rodrigo Arias se transformó
de una oruga lánguida a una mariposa
que deslumbra con sus colores reflejados en su fortaleza interior.
La etapa de huevo
El desarrollo embrionario tiene lugar en el huevo, este es el primer momento, cuando recibe la noticia del diagnóstico de una patología evidenciada en sus primeros síntomas.
—Tiene enfermedad de Parkinson. Le dijo su neurólogo.
— ¿Enfermedad de Parkinson? ¿Qué es eso?
Fray José Rodrigo Arias, más conocido como Mono Arias en la Comunidad de Dominicos, de profesión sicólogo, es un hombre fuerte de carácter y de visión altruista, con un humor negro muy particular, disciplinado, perseverante, que no ha permitido que las situaciones adversas lo desmotiven. Se enteró que tiene Parkinson desde hace tres años y medio. Ha tenido que pasar por momentos que han marcado su metamorfosis personal, momentos de negar la posibilidad de padecer esa enfermedad, de buscar otras opiniones médicas, de indagar por medicinas alternativas
que minimizaran los síntomas.
Al ver que nada mejoraba su estado de salud y que la sintomatología se acentuaba, fray José Rodrigo inició un tratamiento con medicina alopática que tuvo muy malos resultados. Además, el neurólogo le recetó dosis muy altas de medicamentos, que hicieron efecto rebote provocando que los síntomas fueran cada vez
peores, decidiéndose entonces, por la medicina
homeopática durante un año y medio de
tratamiento. —“Al inicio me dio buenos resultados,
me sentía mejor, pero poco a poco fue
pasando el efecto placebo”. En este momento
habla el sicólogo que es: —“Uno puede engañar
al celebro por un tiempo con esas agüitas,
pero luego ya no funciona”.
La etapa de larva
Etapa en que la larva se dedica exclusivamente
a alimentarse y a medida que va creciendo
se va convirtiendo en jugosa oruga. Así
nuestro personaje fray José Rodrigo, quien es
un hombre de academia (doctor en Sicología
Clínica) se interesó por investigar, indagar; o
mejor como él dice:
—Escarbé todo lo que pude para entender mi
enfermedad, para sobrellevarla de la mejor manera
y cumplir con todos mis compromisos laborales,
porque no quería perder espacios en
la Universidad. Amo mi trabajo. ¡Sabía que algo
estaba pasando conmigo, ya no era el mismo,
habían cambiado tantas cosas en tan poco tiempo;
mi forma de caminar, el temblor tan marcado
en mi mano derecha e incluso en mi forma de
hablar: se afectaron mis cuerdas vocales. Estaba
desesperado y sabía que debía hacer algo, pero
no sabía qué!
Después de su investigación dedujo que esta
enfermedad es poco conocida y mal interpretada
por las personas del común: “algunas piensan
que quien tiene Parkinson se le acabó la vida y va
morir postrado en una cama, y eso, precisamente
era lo que yo quería evitar, terminar en una silla de
ruedas o postrado en una cama”.
La etapa de pupa o crisálida
Estado de latencia o diapausa donde la oruga
se encierra dentro de una cápsula protectora,
que generalmente posee colores que sirven
de camuflaje. Ocurre pues, el momento del proceso
en que fray Rodrigo, evita presentarse en
público, se desplaza tan rápido como le es posible
para reducir las oportunidades de que personas
curiosas le pregunten por su condición
de salud. Entra en estado de ostracismo voluntario,
trata de ocultar los síntomas evidentes de
su enfermedad; camina con las manos en los
bolsillos o atrás, para disimular con su mano
izquierda el temblor de la derecha; se aleja en
lo posible de los actos públicos, y se cubre con
una coraza de indiferencia, dejando ver su carácter
fuerte más marcado, como mecanismo
de defensa, ante los comentarios que eran inevitables.
—“Me molestaba que las personas me
miraran con compasión, que me hablaran diferente,
que me hicieran comentarios referentes a
mi estado de salud; por eso decidí poner un muro
entre las personas y yo”.
Etapa de imago o adulto
En esta etapa los órganos juveniles se reabsorben
y ocurre una reorganización morfológica
y fisiológica total. Al emerger la mariposa
adulta esta se encuentra demasiado frágil, con
las alas pequeñas y húmedas; pero luego de
unos minutos las estira y fortalece completamente,
comenzando así, su maravillosa vida.
Esta fue la fuerza invisible que invadió al padre
Rodrigo: mantenerse activo en la Universidad
fue la motivación que lo hizo florecer y resurgir.
Es aquí donde el Mono Arias saca fuerzas para
elevar sus alas y volar. Proceso paulatino lleno de subidas y bajadas, de anécdotas, de rabias,
de alegrías, de chistes, de sobrenombres en fin
de Rodrigadas.
La llamada
Bastó solo una llamada para alterar el orden
de nuestras vidas. En un día cualquiera del mes
de julio de 2015 recibí una llamada extraña, que
rompió con la cotidianidad de un sábado. —
Tiene una llamada del convento. —Me anunció
el vigilante de turno. Con incertidumbre tomé
el teléfono, respondí y una voz muy particular,
que inmediatamente identifiqué se dejó escuchar
al otro lado del teléfono:
—¿Será que usted, puede ayudarme? ¡Tengo
un grave problema y no sé, si usted pueda
hacer algo por mí! —Me dijo al otro lado del teléfono
el padre Arias
—Claro padre que puedo hacer algo por usted.
—Un silencio se instaló en nuestra conversación,
seguramente buscaba la mejor manera
de explicarme cuál era la situación que lo agobiaba:
—Hmmm... Resulta que hoy ya es la segunda
vez que he estado a punto de ahogarme. Eso
me tiene angustiado, no sé qué me pasa, perdí
toda la fuerza, yo he sido siempre un buen nadador
y esta situación me confunde.
—¿Puede hacer algo por mí? ¿Puede hacer
algo por mí? —La voz me repetía insistentemente…
y por primera vez de miles de veces
escuché la siguiente pregunta:
—¿En cuánto tiempo me voy a recuperar?
¡Dígame por favor!
Llegamos al acuerdo de vernos el siguiente
día para hablar personalmente y empezar
el proceso. Tal como habíamos pactado, llegó
muy temprano ese domingo, acompañado de
su lazarillo, el mismo con el que días anteriores
había visto recorriendo los pasillos y las escaleras
de la Universidad. Se veía angustiado, cansado;
se dirigía lento hacia mí, los movimientos en el patrón de marcha vislumbraban la dificultad
para caminar; arrastraba sobre todo su pierna
derecha, la postura corporal se proyectaba
con el tronco hacia delante, los hombros caídos
y mirada al suelo.
Quien estas líneas escribe lo esperaba sentada
en una vieja silla roja, aproximándose me
dijo: —¿A usted todavía no la han echado? —
Saludo cotidiano de este personaje cuando me
encontraba en cualquier lugar. Acompañado
luego de una sonrisa pícara con tintes de humor
y sarcasmo. Su personalidad peculiar hace
que el Mono Arias se desenvuelva entre amores
y odios. Para mi fortuna me encontraba en el
primero, por ello tuve toda la disposición de escucharlo
para encontrar juntos soluciones a sus
dolencias.
Traía en sus manos un chaleco salvavidas, el
mismo que provocó de cierta manera, los accidentes que mencionó en su llamada. El chaleco
se le subió y para él fue imposible recuperar la
posición, afortunadamente un vigilante lo vio
y lo ayudó a salir desde la orilla. No fue necesario
meterse a la piscina, porque si no ese día los
ahogados habrían sido dos, por casualidad me
enteré por testimonios de la esposa del salvavidas
que “no sabía nadar”.
Largo rato charlamos. Me contó por el proceso
difícil por el que pasaba, todos los aspectos
que se anteponían a la decisión de llamarme.
Le pedí que me acompañara a la piscina para
poder ver la situación, pero él no quiso, se sentía
inseguro y desconfiado, solo me preguntaba
el porqué de lo que le sucedía y me repetía una
y otra vez que si sería posible que yo lo ayudara
y ante todo insistía en cuánto tiempo tardaría
en recuperarse.
Me hizo varias preguntas mientras me inquietaba
con su mirada inquisidora, como si
tratara de descifrar qué tanta experiencia y conocimiento
tenía. Después de dos o tres horas
dialogando decidió marcharse y acordamos
una nueva cita, esta sí, para adentrarnos en las
aguas profundas que marcaron el principio de
una empatía necesaria para la consecución de
los objetivos que juntos nos trazamos.
Su compañero de aventuras
El día en que iniciamos este proceso, su enfermero
consentido, Edgar Vargas, le presentó
a una persona más joven que él, Luis Fernando
Calvo, quien sería su compañero en este viaje.
Hablaron de sus experiencias y Luisfer le comentó
acerca de su neurólogo, le dijo: —Es un
excelente médico, yo estoy muy bien gracias a
Dios y a él, ¿quiere que le busque una cita para
que lo revise? Casualmente al sacar la cita, había
agendado una con el mismo neurólogo de
Luis Fernando.
En este momento fray Rodrigo empieza la
terapia física en el agua y un nuevo encuentro
con la medicina alopática que le dio muy buenos
resultados.
Los asistentes
El caballo y el gallinazo; en diferentes momentos
de su evolución, los dos salvavidas.
Apodado el caballo es Gabriel Ramírez, estuvo
en la etapa más crítica del proceso, pues para
hacer la terapia debía trasladarlo por la piscina,
por la gran pérdida de fuerza y estabilidad del
padre. Cuando ya había recuperado en gran
proporción su fuerza llega a escena el segundo
personaje: El gallinazo Sergio Jerez, sobrenombre
que le fue dado por su velocidad de
reacción en momentos en que el padre ya no
necesitó depender de otra persona para su desplazamiento:
—Déjeme quieto, no me joda, parece
un gallinazo.
Su peculiar forma de llevar siempre la
contraria
Desde el inicio de todo este bonito proceso,
fray Rodrigo se caracterizó por llevar la contraria
en todo, si se dice azul él dice verde pero
termina haciendo todo lo referente al azul, palabras
como:
Ya me va a venir a joder… ni por el hijueputas
voy hacer eso… usted está loca… usted es la
malabarista de circo… hay no me deja ni hablar
con las viejas… ya me va poner esa cincha… usted
es una tirana… cirquera…
Su personalidad reflejada en forma de ironía
y sarcasmo es su principal escape para ocultar
ese ser sensible y maravilloso que emerge del
dolor como una mariposa victoriosa.